TARDE DE LLUVIA.

Cada día me entregaba más a él; sentía como me iba llenado de amor, un amor pasional, un sentimiento que no conocía.  Deseaba pasar tiempo a su lado, a veces solo platicar, me bastaba mirarlo a los ojos para tener paz, me perdía en su iris color avellana, era mi mundo de fantasía,  hasta que el me volvía a la realidad con uno de esos besos repentinos que solía darme, lento y apasionado, a la vez que sus dedos palpaban mi mejilla y me llenaba de su calor, y comprendía que no era una fantasía, era completamente real estar juntos; que el universo nos diera un voto de confianza para amarnos intensamente como lo hacíamos.
Los mas cálidos momentos los pasábamos en su auto hablando del mundo y de nada a la vez, rosando nuestras manos transmitiendo la ternura que ambos sentíamos.
Algo que que debo compartirles es mi amor por la lluvia y la paz que me dan las gotas al romper su forma chocando con los objetos, el estruendo de cada gota me transmite calor hogareño y la sensación de seguridad.
Cuando niña la lluvia me causaba confusión y no sabia si me gustaba o disgustaba, por un lado me aterraba, toda vez que un huracán llegaba a costas Nayaritas o jaliscienses fuertes lluvias llegaban a mi ciudad natal; el sonido y la furia que veía en la naturaleza me horrorizaba al ver como los pinos que enmarcaban mi ventana se doblaban, cual regaliz, anunciando tragedias. Me angustiaba estar en casa sola con mis hermanas sabiendo que mi madre estaba lejos de casa trabajando y solo deseaba verla entrar por la puerta principal para saber que todo estaría bien; pero todo cambiaba cuando la lluvia nos sorprendía en casa con mama ahí para cuidarnos, la experiencia se volvía cálida y disfrutábamos el momento, desde el sonido que la tormenta provocaba hasta lo charcos y arroyos a causa de la misma; rogábamos a mamá que nos dejase salir a la calle un poco antes de que el agua se filtrara en el empedrado de las calles. 
Cuando siento la calidez de cada gota rodando en mi piel, vuelve a mi esa niña corriendo por las calles, brincando el los charcos, sintiendo correr el agua por entre sus dedos de los pies y marcando con fuerza los pasos para salpicar lo mas que se pudiera.
Una tarde de enero, acorde verme con Alfonso después de la escuela, en una de sus casas, la tarde era fría y la brisa congelaba la nariz, cerca de las 6 pm tome el transporte y me dirigí a su encuentro, paso por mi como habíamos acordado y me recibió con un beso, al llegar a casa subimos a la habitación, por su mente solo cruzaba la fascinante idea de hacerme suya, mientras yo solo deseaba acurrucarme entre sus brazos y sentir su aliento hasta ser cobijados por la noche.
Había tanta atracción física entre ambos que no podíamos evitar expresar el deseo que se encendía al vernos, el frió nos invitaba a entrar en la cama pero del resto nos encargaríamos nosotros; los besos lentos se apoderaban de nuestra mente y el cuerpo solo se dejaba llevar por el tiempo que nos apresuraba y constante nos recordaba que no teníamos la eternidad a nuestro favor. afuera comenzaba a llover y helaba hasta congelar huesos, pero en nuestra habitación la lluvia era caliente, las gotas de sudor corrían por nuestra piel y en la ventana se plasmaba el aliento de deseo.




Comentarios

leito dijo…
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